Primera farmacia del municipio, data del siglo XIX, situada en la Plaza del Pilar, detrás del campanario. En 1905 fue adquirida por Cristóbal Guaita Sanchis, abuelo de la actual titular, cediendo la regencia, entonces se llamaba Farmacia del Ángel. En el año 1914 se traslada ya a su actual emplazamiento, entonces llamado Trencall y ahora Dr. Soler.
En aquellos tiempos se hacían ungüentos mercuriales con belladona para dolencias de garganta, también cataplasmas de linaza y se vendían a 5 y 10 céntimos de peseta. A finales del siglo XIX se comenzó a vender Aspirina en polvo a granel y el boticario pesaba la dosis oportuna.
Eran frecuentes las píldoras de Claviceps purpurea (hongo parásito de las gramíneas), utilizadas para la provocación de contracciones en el parto, cortar hemorragias y regular el ciclo menstrual. Se elaboraban en la farmacia y, para enmascarar el mal sabor, se bañaban con polvos de regaliz —era lo que en el argot farmacéutico se llamaba “dorar la píldora”—. Se envasaban en cajitas de madera que más adelante fueron de cartón.
En 1959, Alfonso Guaita, ganó la oposición de Farmacéutico Titular. Comenzó a clorar las aguas. Junto al alguacil, llevaba el cloro a los depósitos municipales. Gracias a ello disminuyeron considerablemente las gastroenteritis y se dejó de oir la frase: “Dame Tanagel (antidiarréico) para prepararme para el verano”.